martes, marzo 25

Historias en la palma de la mano

Los países orientales, así como su cultura, parecen ser ajenos a nosotros, increíbles, como sacados de alguna fábula. En este libro de Kawabata puede confirmarse, porque cada una de las historias parecen ser postales de diferentes épocas y lugares de Japón, descritos con tal precisión y con tan pocas palabras, como si en un telegrama tuviera que explicar todo lo que pasó en un día común, lo interesante es que logra transmitirte la visión, la emoción, el detalle y no sólo eso, te deja imaginando el principio y el final de su narración, dado que una postal no tiene ni principio ni fin, es sólo un momento, un fragmento que se quedó ahí, atrapado y ya es tarea del que recibe la postal, imaginarse el resto. Haciendo uso de un lenguaje comprimido y fragmentado para sus relatos bien podrían caber escritos en la contraparte de la postal que los inspiró, o en la palma de una mano – por eso el título del libro – aunque quizá no con el alfabeto que conocemos, tal vez sí en forma de ideogramas. Muchos de los relatos que forman parte del libro, están tan concentrados, que es necesario darles una segunda o hasta una tercera leída, para poder extraer y procesar toda la información contenida en ellos. Definitivamente es un libro que exige al lector su total atención ya que hay que desentrañarlos para poder comprenderlos. Algunos nos describen situaciones tan cotidianas, como el estar observando a tu perro al lado de ti mientras escribes, otros pueden llevarte a una ciudad en vías de desarrollo o a un paraje campesino; unos tienen moraleja, otros simplemente describen algún suceso del cual uno es testigo; algunos resultan líricos dado el manejo del lenguaje y los sentimientos y visiones suscitadas en el lector, y por supuesto no faltan los cargados de un erotismo no muy ajeno al nuestro. La variedad es grande y alguno logrará quedar grabado como postal en la mente del lector. Libro altamente recomendable, que a gusto personal, es mejor consumir lentamente, darse tiempo de imaginar e ilustrar cada relato con la imagen que logre captarse de lo descrito por cada una de las narraciones.

“Me puse de pie. Si me ponían la máscara, y luego me la quitaban, quedaría horrible como un demonio a los ojos de mi mujer. Sentí miedo de la bella máscara. Y ese temor me despertó la sospecha de que el rostro siempre gentil y sonriente de mi mujer podía ser un artificio, tal como la máscara.”
El hombre que no sonreía

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